El reto era transformar un puesto del Mercado del Puerto en destino gastronómico donde comprar, socializar y degustar. Diseñamos una barra continua de piedra natural que hace las veces de mostrador y mesa alta, favoreciendo la interacción entre cliente y chef.
Detrás, un mueble expositivo refrigerado organiza producto fresco a la vista, invitando a la compra por impulso. Colores inspirados en los productos locales —rojo tomate, verde oliva— conviven con cerámica artesanal que refuerza la idea de tradición.
La iluminación cálida puntual sobre la barra crea ambiente íntimo, mientras que luz general neutra garantiza visión correcta del género. En la zona de degustación incorporamos bancos corridos de madera y taburetes tapizados, fomentando la estancia prolongada.
El espacio se convierte así en punto de encuentro, poniendo en valor la cultura culinaria y la experiencia social del mercado.
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